¡Jesucristo, mi Dios y mi Señor!
¡Redentor de mi alma!
Mira, oh Dios mío, cuanta tristeza y desconsuelo…
¡Cuántos jóvenes!, cuán grande es el rebaño de adolescentes… todos ellos vagando en pos de la corrupción de su mente…
Todos van apresurados, precipitándose hacia el ancho camino del mundo…
Ciegos y en tinieblas están…
Ninguno presta atención…
Han tapado sus oídos para no oír tu palabra…
Han cerrado sus ojos para no ver tu camino…
Se han hecho sabios a sus propios ojos…
Ninguno cree en ti, oh Dios mío…
No te conocen, ni demuestran interés…
De tus palabras se ríen, y tus enseñanzas desprecian en su corazón…
El mundo y el maligno los tienen atrapados con un lazo, y con cadenas de prisión, ‘llamadas vicios’, sujetan fuertemente sus almas…
No quieren venir a Ti, para ser libres…
Aman el pecado, y sus vidas se consumen en lo que no sirve ni aprovecha, y creen que eso es felicidad, y llaman a eso libertad…
¡Generación de Proyectiles!
Es por esto mismo, que cada vez que veo a un joven pronunciar tu Santo Nombre, con sinceridad de corazón, y escucho su boca pronunciar tu justicia, y su lengua cantar tu verdad, que se alegra mi corazón, y afirmó, aún más, mi profesión de fe en tu nombre.
Porque esto mismo viene a ser una ‘señal’ para todos aquellos que te buscan con todo su corazón, y a ti claman con toda su alma: «El que en un mundo tan inicuo repleto de pecadores, y de toda clase de vileza, hallan ‘algunos’, que, ‘elegidos por ti de antemano’, fueran separados para heredar un reino eterno de vida, justicia y verdad, del cual no formarán parte, todos los que han desatendido tu palabra e ignorado tus mandamientos».
¡Que sea bendito para siempre el nombre de Nuestro Señor Jesucristo! Amén.
Fernando Acuña.